Cuarteto de Nos: de perderse en París a que les digan que su música salvó vidas en un año de consagración

Con la gira de «Lámina Once» la banda pasó por más de 40 ciudades en 23 países de las Américas y de Europa. Ahora, regresa a casa para un show con entradas agotadas mañana en el Antel Arena.

Podrían verse cansados tras un año girando por varias ciudades del mundo de manera casi ininterrumpida. Sin embargo, cuando charlan con El País, Alvin Pintos y Santiago Marrero se ven más bien entusiasmados. Tanto el baterista como el tecladista y bajista de El Cuarteto de Nos están de acuerdo en que lo que han visto, escuchado y vivido durante la gira Lámina Once, que los llevó a 23 países de las Américas y de Europa, los ha marcado a cada uno personalmente y también como banda.

“En Irlanda tocamos en un lugar donde tocó U2, un teatro chiquitito, pero vos decís: ‘somos nosotros acá, El Cuarteto, yo, Alvin, nosotros estamos acá’. Es muy loco”, dice Marrero entre risas. “También hemos escuchado cosas del tipo: ‘esta música me salvó la vida’ y eso es muy fuerte”, complementa Pintos.

La gira que llevó su disco más profundo y hasta filosófico a más de 40 ciudades del mundo es también la más convocante de su historia, con carteles de sold out colgados semanas antes de los conciertos. La cita de mañana en el Antel Arena, también con entradas agotadas, es un buen ejemplo de ese fenómeno que ya se ha dado en Ciudad de México, Buenos Aires, Bogotá y Santiago de Chile.

“Ha sido un año de consagración del Cuarteto a nivel latinoamericano. Han pasado hechos históricos de convocatoria”, señala Marrero y menciona otro hito que marca el momento pleno del grupo: en algunos días se convertirán en la primera banda uruguaya en llenar el Auditorio Nacional de México.

“Es más natural, quizás, que estas cosas te pasen en tu país. Nos ha sorprendido que esté pasando en otros lados. En los festivales en que ya habíamos tocado en otros años, pero de día, ahora fuimos la atracción principal, la última banda a tocar, y eso nos da una base de cómo hemos crecido, porque en un festival estás jugando un partido, estás conquistando público nuevo”, dice Pintos.

Sienten que los últimos tres años han marcado un recambio generacional en el público, y que los conciertos se volvieron también un momento de conexión entre jóvenes y adultos. Lo comprueban en los meet and greet donde padres e hijos asisten como fanáticos de la banda. “Nos ha pasado de que venga un padre a decirnos: ‘es la primera vez que puedo ir a un show con mi hija y que los dos disfrutamos por igual’”, recuerda Pintos. “Es impresionante y estamos muy entusiasmados con que luego de tantos años siga pasando eso. Es sentir que el camino que hacemos sigue dando sus frutos y que la banda sigue en expansión”, dice Marrero.

Estas y otras situaciones se han vivido con frecuencia en la gira de Lámina Once en la que también incorporaron las “experiencias CDN”, donde a través de sorteos, algunos fanáticos se ganaron un paseo o actividad junto a la banda en los distintos países por donde pasaron. “Estuvo buenísimo porque nos permitió acercarnos a los fans y a la ciudad donde estamos de otra manera. En Perú fuimos a unas ruinas incas; en Guatemala, a comer en un local de comidas típicas; en Costa Rica fuimos al Museo de Jade, a una visita guiada y ellos mismos nos acercaron mucho de su cultura”, cuenta Marrero.

Por otro lado, una gira que se completará con más de 365 días en la cuenta implica una convivencia e intensidad de cuestiones que, sienten, los fortalecieron como grupo. “En el medio te pasa que se te muere una mascota, que cumple años alguien de tu familia y no estás ahí. Creo que ahí hay una cosa del colectivo, de que nos mantenemos realmente unidos y eso es muy fuerte, porque si no sería imposible”, afirma Marrero.

“Es un lindo grupo humano. Y uno de los secretos que tenemos es que tratamos de no estar siempre juntos, eso ayuda mucho. Nos damos espacio de soledad para que los momentos colectivos sean lindos también”, complementa Pintos.

Lámina Once ha dejado y viene dejando, remarcan, muchas cosas: un momento de consagración de la banda, de expansión de su público, de unión de un grupo que atraviesa generaciones y, también, muchas anécdotas.

“Yo, por ejemplo, me perdí en París”, cuenta Pintos. “Salí a caminar y me quedé sin batería. Se apagó el teléfono y bueno, ¿cómo pregunto dónde estoy en francés? (se ríe). No me acordaba del nombre del hotel ni el lugar donde tocábamos y no tenía internet, o sea, no podía googlear. Entonces ahí me asusté de verdad, hasta que empecé a hacer el mismo camino hacia atrás, lo que era imposible porque es una ciudad gigante, pero en un momento pude ubicarme. Llegué ya a la hora de tocar, a la mánager le estaba por dar un ataque, había una cola de gente ya esperando para entrar. Yo me quería matar, no hicimos prueba de sonido, prácticamente probamos si andaba todo y tocamos”, recuerda el baterista.

“En Londres nos fue a ver una chica de Lituania que era fan de la banda, casi no hablaba español, pero le encantaba la música y cayó ahí. O sea, es alguien que viajó más de 12 horas para ir a vernos”, cuenta Marrero.

“En Ecuador fuimos a un festival en Cotacachi, estaba la banda Vilma Palma también. En un momento dijeron: ‘vamos a entregar los premios’. Había un concurso, se terminó y parece que nosotros ganamos (se ríe). Ganamos el Cotacachi de Oro, Vilma Palma el Cotacachi de Plata. O sea, era un festival que daba premios y nosotros no sabíamos”, cuenta Pintos desatando risas.

“Una cosa que también nos pasó y nos pasa pila, es que nos llegan muchos regalitos. La gente tiene esa necesidad hermosa de manifestarte que tu música le hace bien. Y nos ha llamado mucho la atención, este último año, la cantidad de gente que se acerca en situaciones muy fuertes a nivel de salud mental pospandemia. Son muchas las cartas de adolescentes que recibimos de toda Latinoamérica en donde a veces te cuentan cómo tu música también les hace bien. Te hablo de muchísimas, realmente. Bueno, en mi mochila hay algunas, en casa también. Estamos viendo si algún día hacemos un mural, porque son muchas”, dice Marrero mientras agarra del piso una mochila negra y de ella saca un puñado de cartas que le regalaron en las últimas ciudades por donde pasaron.

El músico las mira, sonríe y remata: “Hay cosas muy personales aquí y a mí a veces me afecta un poco porque son situaciones fuertes, pero por otro lado provoca una sensación muy linda, porque te hace entender el poder de lo que hacés”.

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