Riesgo para su región: país decidió no vacunar a su población

El gobierno de Tanzania niega que el coronavirus tenga una presencia en su territorio y ahora ha decidido mantenerse al margen de la campaña de inmunización impulsada por la OMS. El presidente, John Magufuli, ha negado que la presencia del Covid-19 en su país sea importante. Tanzania ha tenido un enfoque muy particular para controlar el SARS-CoV-2. El año pasado, solo unos meses después del inicio de la pandemia, el presidente John Magufuli declaró a Tanzania libre de covid-19 tras tres días de oraciones nacionales.

Desde entonces, se ha negado a imponer un confinamiento, ha reabierto las escuelas, ha permitido la celebración de grandes eventos deportivos, ha continuado con las reuniones religiosas, ha dejado de hacer pruebas y ha suspendido las campañas de comunicación públicas sobre el virus. El país también ha dejado de notificar casos y muertes. El argumento era que la gente debía dejar de vivir con miedo y confiar en Dios y en los remedios tradicionales africanos para prevenir contagios. Tanzania podría ser el único país del mundo que haya adoptado este enfoque, que va en contra de todo lo que han recomendado los científicos, otros organismos sanitarios nacionales y la Organización Mundial de la Salud (OMS).

Por lo tanto, no es de extrañar que las autoridades hayan dicho que no tienen planes para vacunar a la población, o, al menos, no por ahora. La elección presidencial en la que Magfuli resultó reelecto se realizó en octubrfe pasado sin ninguna medida precautoria por la pandemia.

¿Podrá la gente seguir accediendo a las vacunas?. No. Y sí. No, porque no se puede utilizar una vacuna en el país sin que esté registrada y autorizado su uso. El proceso normal es que los expertos, junto con los organismos reguladores, revisen los datos sobre la vacuna y aprueben su uso si están convencidos de su eficacia y seguridad. Para la vacuna de la covid-19, esto se está haciendo mediante el procedimiento de la lista de uso en emergencias de la OMS. La revisión la realiza un equipo internacional de expertos con la participación de otros especialistas de las autoridades nacionales. Pero si el Gobierno tanzano se niega a registrar la vacuna para su uso, nadie podrá acceder a ella.

Quienes sí se podrían vacunar serían las personas pertenecientes a la élite de Tanzania (o aquellos que dispongan de medios), que podrían salir del país y vacunarse en otro lugar. Otros tanzanos que podrían tener acceso a las vacunas son aquellas comunidades fronterizas que, en el pasado, han cruzado a los países vecinos y se han beneficiado de los programas de vacunación. Esto podría suceder si la vacunación generalizada comienza a producirse en Kenia, Uganda, Ruanda y Malaui. Pero eso será dentro de un par de años.

¿Cuál es el riesgo para el país y la región? El riesgo para el país ya se ha hecho evidente. El método que ha seguido Tanzania ha permitido que el virus se propague sin control entre la población. La gente se está muriendo de lo que se está categorizando como «neumonía» y «dificultades respiratorias».

Con respecto a la región en primer lugar, mientras haya casos de covid-19 en Tanzania, resultará imposible que los países vecinos (con los que comparte fronteras permeables) estén libres de la enfermedad. En segundo lugar, y quizás más importante, existe el riesgo de que se desarrollen nuevas variantes en el país mientras nadie está llevando a cabo un seguimiento. Las nuevas variantes surgen debido a la propagación incontrolada. Si más delante surge una nueva variante en Tanzania, el peligro reside en que se podría propagar por toda la región e invalidar las vacunaciones que se hayan administrado si no son efectivas contra esa variante. La pandemia no terminará para nadie en ningún lugar hasta que no esté controlada en todos los países. La postura de Tanzania hará que sea mucho más difícil volver a la normalidad.

*Catherine Kyobutungi es una epidemióloga de Uganda que actualmente trabaja como directora ejecutiva del Centro de Investigación sobre Población y Salud en África. Recibe fondos de Sida, BMGF, Carnegie Corporation en Nueva York, la Academia de Ciencias de África, y la Fundación Hewlett.

Publicado originalmente por The Conversation

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