La historia detrás del primer alfajor uruguayo: un amor, visión comercial y un producto que perduró 70 años
Conrado Cedrés creó Alfajores de las Sierras de Minas en 1953; la empresa familiar va por su tercera generación y se renueva.
Su padre, Conrado Cedrés, fundó Alfajores de las Sierras de Minas 15 años antes de que ella naciera. Como no estaba en sus planes integrarse a la empresa familiar, viajó a Montevideo a estudiar Agronomía. Sin embargo, Alicia (55) se incorporó al negocio en 1996 y le «gustó el trabajo». Luego pasó a ocupar un cargo en el directorio, junto a sus cuatro hermanos: Mercedes, Isabel, José y Juan, los dos últimos fueron sucedidos más tarde por sus hijos, Pablo y Diana.
«El mercado va cambiando y tenemos que acompañar eso, no nos podemos quedar con que el alfajor es rico y a la gente le gusta», opinó la empresaria. Así resume Cedrés la filosofía de la empresa para esta nueva etapa, impulsada por la tercera generación.
¿Cuál es el secreto de la empresa para haberse mantenido 70 años en el mercado?
Trabajo y más trabajo. Ese es el legado que nos transmitieron nuestros padres: es el compromiso, el hacer las cosas bien, no importa si lleva más tiempo y pensar a largo plazo. Las empresas familiares tienen un montón de ventajas, pero también tienen sus dificultades. La calidad, sobre todo, es el gran secreto, es lo que hace que el alfajor esté en la mente del consumidor hace 70 años.
¿Cómo nació la compañía?
Mi padre, Conrado Cedrés, era carpintero de oficio, trabajaba muy bien la madera. Pertenecía a una familia de siete hermanos, su padre también era carpintero, y fue a Minas porque contrataron la carpintería de ellos para hacer la obra del parador de Salus, la parte de madera. Ahí fue cuando conoció a mi madre, María Nilda, que vivía en el Parque de Salus, porque su padre era el maltero. Se enamoraron y allí empezó la historia.
Se casaron, se vinieron a vivir a Montevideo pero como ella extrañaba regresaron ya con la familia empezada. No sabían qué hacer y decidieron comprar una panadería, no tenían ningún conocimiento del oficio. Es más, la persona que se las vendió les había dicho ciertos números que, en realidad, no eran así. Mi padre era un emprendedor nato, empezó a aprender el oficio, a innovar, y creó el alfajor. Encontró la forma para que el alfajor dejara de ser un producto de confitería, lo preparó para salir del mostrador, creía que así podía crecer. Y fue lo que pasó.
¿No existían los alfajores en los almacenes?
No, fue el primer alfajor comercial del Uruguay, y la primera fábrica de alfajores. Se empezó a vender como merienda de las escuelas. Cuando empezó a haber turismo en Minas, la gente se quería llevar algo de recuerdo y se comenzaron a vender cajas con postales. También coincidió con el auge de Punta del Este, los argentinos venían a comprar alfajores a la fábrica. Así se generó un mercado. Empezamos a llevar en canastas a la playa, también chalet por chalet.
¿Recibieron una oferta para vender la empresa?
Otra marca de alfajores de un calibre importante le ofreció comprar la empresa a mi padre, pero no quiso. El alfajor es parte de nuestra familia, de nuestra vida.
¿Cómo siguió la empresa luego del fallecimiento de su padre?
Después de que se fueron mis padres los directores de la marca pasamos a ser los cinco hermanos, pero hace unos años fallecieron los dos varones. Ellos eran los que se encargaban de toda la planta y la parte de producción, eso ahora está en manos de la tercera generación.
¿La receta se modificó?
La receta en un 99% es la misma, han habido algunos cambios que son imperceptibles para el consumidor. Pero la fórmula es idéntica, es un secreto de la familia, somos guardianes de esa receta. No tiene conservantes ni colorantes, por eso es muy consumido por las personas alérgicas, por ejemplo.
Es un mercado que cambió mucho, hay cada vez más competencia.
Sí, cuando empezamos estábamos solos y ahora el mercado es altamente competitivo. Hay alfajores de todo tipo, no solo los tradicionales, han ingresado productos con diferentes sabores y formatos. A lo largo del tiempo la empresa, más bien la familia, ha vivido distintos cimbronazos y recién desde hace unos pocos años estamos tratando de enfrentar esa competencia con estrategia, proyectos y otras herramientas. Estamos acostumbrados a que nuestro producto funciona, le gusta a la gente. Pero ahora buscamos trabajar para capitalizar algo que el resto no tiene: una historia. Es una receta única y es de gran calidad.
¿Pensaron en incorporar otros productos?
El año pasado sumamos una línea nueva de alfajores, Origen Legendario, que son de sabor intenso, con chocolate blanco o negro. El objetivo es dirigirnos hacia la gente más joven, porque ha cambiado un poco el paladar, buscan algo más potente. Pero gratamente nos hemos sorprendido, le gusta a todos. Nuestro diferencial es que el alfajor de merengue es exclusivo, no hay ningún producto que se le parezca. Somos expertos en bañar a mano, se bañan unos 2.000 alfajores por día, uno por uno. Las empresas más artesanales lo hacen, pero es algo diferente a nivel industrial. El alfajor es como cualquier alfajor: dos galletitas y un baño. El asunto es qué galletita, qué baño y cómo se le aplica ese baño. Esa es la gran diferencia de nuestro producto. Tenemos proyectos para incorporar productos que no sean alfajores, pero los análisis de mercado nos llevan a esperar un poco más. El año que viene vamos a lanzar uno, muy asociado al alfajor.
¿Quién es la mujer que ilustra el packaging desde hace décadas?
Mi padre quiso representar lo que era la mujer de la época, de los años 50. No era una persona en particular. Uno ahora investiga, se pregunta, se cuestiona. En ese entonces era muy distinto, a las generaciones más jóvenes tal vez les cuesta entender que esto se generó cuando el marketing estaba recién apareciendo. Antes era todo intuición.
¿Su padre tenía habilidad para el marketing?
La verdad, visto hoy, sí, un genio del marketing. Pero nunca se lo creyó, era muy humilde y le gustaba mucho trabajar. También disfrutaba del campo, entonces combinó eso con el negocio y abrió un tambo. Allí hacía el dulce de leche para el alfajor, era hecho a mano. Hoy, por la escala y las características, ya no lo hacemos nosotros.
¿Exportan o proyectan hacerlo en algún momento?
No, no exportamos. Todo el mundo se queda de cara cuando le decimos que no. Nuestro alfajor dura 30 días porque no tiene conservantes, por eso no exportamos. Ese diferencial, que lo hace tan rico y tan noble, hace que sea difícil de exportar. De todas maneras, uno de los proyectos en los que estamos trabajando, que está bastante avanzado, es hacer modificaciones en la planta que nos permitan, sin alterar la calidad del producto, vender al exterior. Vamos a mejorar la vida útil. Cuando uno empieza a exportar es una puerta nueva que se abre, más allá del apoyo que puedas tener de Uruguay XXI, por ejemplo. El mercado que siempre se usa para organizarse es Paraguay, porque es bastante parecido, te permite empezar a trabajar, conocer la dinámica para después poder tirarse al agua a mercados más potentes.
¿Cuántas personas trabajan en la empresa actualmente?
En planta trabajan 25 de forma fija pero puede ascender a 40 cuando hay necesidad de aumentar la producción. El 90% del personal de la fábrica son mujeres. Estamos orgullosos de poder darles trabajo, no es fácil en el interior, muchas son jefas de hogar. Hay tres colaboradoras que están desde la época de mi padre. Con la comercialización rondamos las 60 o 70 personas.
¿Tienen algún momento de zafra?
La zafra empieza con el año lectivo hasta octubre o noviembre. Montevideo en el verano cae, en Maldonado y la costa sube. En Minas se mantiene constante todo el año salvo en abril, que está la Semana de Turismo, el festival de la Virgen del Verdún, Minas y Abril, es un mes intenso. Cualquier fábrica que produce chocolate con el calor, en verano, se desploma. Eso con el merengue no pasa.
¿Repercutieron en sus ventas los octógonos nutricionales impuestos en 2021? ¿Consideraron hacer modificaciones?
No, de la formulación no se cambió nada. Los octógonos que nos tocaron fueron el de exceso de azúcar, en el de merengue y en el de chocolate, y el de grasas saturadas solo en los de chocolate. Antes de que salieran pensamos que podía tener un efecto, pero la gente no le presta atención. Si fuera así, el mercado de los alfajores hubiese bajado y no sucedió. Sabemos que una golosina tiene azúcar.
¿Cómo es su modelo de distribución? Camino a Lavalleja se pueden ver camionetas vendiéndolos en la ruta. ¿Son de ustedes?
Tiene varias aristas. En Minas se comercializa en forma directa desde la planta de elaboración, desde el local oficial en la Plaza Libertad, que también es una cafetería. Después trabajamos con distribuidores de la zona de forma directa. Tenemos un centro de distribución en Montevideo, donde manejamos las cadenas de supermercados, tenemos nuestros propios vendedores en forma directa y, a su vez, el resto de la capital y el resto del país los manejamos con distribuidores independientes. Montevideo es el mercado más grande en población, para cualquier tipo de producto es el lugar de mayor venta, luego Minas. No por el consumo local, sino por el turismo. Estamos trabajando en innovar en esa área con unas estrategias que están en proceso. Hay que aggiornarse. Por suerte tenemos generaciones nuevas que se han sumado y hay que escucharlas.
La marca tiene un vínculo fuerte con lo turístico.
Sí, es un producto muy representativo de Minas y de Uruguay. Los minuanos se sienten parte de esa historia.